martes, 24 de febrero de 2009

9. Días más largos

El viernes pasado me bajaba en la última estación de metro, de regreso a la casa, cuando Ericka me llamó para que me quedara justo ahí. Tía Lilly quería hacer una cena formal y Jeff estaba cocinando salmón en una salsa especial de mariscos, por lo que al invitarnos, Gaby era la encargada de pasar por nosotros. Al subir al auto me sorprendió la maleta de mano que Er había preparado, pues la idea era jugar "Cashflow" después de cenar y pasar el sábado juntos.

Desde el platillo de entrada, hasta el postre preparado por Gaby, todo estuvo delicioso. Lástima que Jeff se dejara llevar por su instinto y no apuntara que utilizó en la crema de mariscos, porque literalmente estaba mortal.

Para jugar "Cashflow" se requiere tener paciencia y amor por los juegos de mesa, pero con las 3 horas que jugamos entre el viernes y el sábado, aprendí varias cosas interesante. Esta vez interpreté el papel de un mecánico con esposa e hijos al que solo le quedaban libres unos cientos de dólares al mes para vivir. Se trata de aprender jugando como salir de la rutina de trabajar solo para pagar las cuentas y entrar a un ciclo que te permita adquirir activos rentables que aseguren un nivel de vida. Tampoco vayan a pensar que cambié de religión o de ideología luego del jueguito, pero hay que tomar los bueno de las cosas y desechar lo malo. Quedó para otro día terminar de jugar.

El sábado por la noche acompañamos a tía Lilly y Jeff a una fiesta en Virginia, donde un amigo irlándes suyo que regresaba de un viaje por Colombia. Además de un rencuentro de viejos amigos, la reunión implicaba celebrar una tradición celta, pues a partir de esa noche los días empezaban a ser más largos, no estoy seguro si era por el solsticio de invierno.

No van creer que pudimos saborear esa noche: ceviche de plátano verde preparado por manos ticas. Varios de los vecinos del anfitrión eran centroamericanos y entre ellos habían unos coterráneos. Así que las conversaciones tenían varios acentos, incluído el latino.

Estoy seguro que algunos de ustedes se quedaron pensando que pasó con la celebración celta. Pues no tuvimos que hacer ninguna clase de círculos alrededor de una fogata, en medio del bosque y disfrazados con algún atuendo particular. Se trataba de compartir un tiempo especial, no olvidando las raíces. Así que tres de los asistentes, quienes supongo tienen ascendencia irlandesa, nos dedicaron un repertorio de canciones apropiadas para la celebración.

Les prometo que yo también voy a ser fiel a mis raíces y en la próxima fiesta patria invitaré a comer platos típicos con un baile folclórico incluido (de algo servirá haber bailado el punto guanacasteco en la escuela).

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